La hora






Cuando llegue mi hora empezaran a pasar imágenes de todas las cosas que he hecho en esta vida: mis locuras, mis buenos actos y sobre todo mis maldades. En el fondo todos somos demonios.

También pasarán, pero a toda velocidad, mis recuerdos. Entonces empezaré a pasar por un túnel negro y oscuro. El camino es eterno, la oscuridad no aclara, pero no me queda otra que seguir caminando  e intentar salir de aquel lugar, me da escalofríos. 
Aunque realmente no sé a dónde me dirijo.

Todo el mundo, a lo largo de tu vida, te dice que los buenos van al cielo y los malos al infierno. Pero no todo es blanco o negro, no todo es bueno o malo; también existe el gris. La mayoría de las cosas son grises, con muchos matices pero al fin y al cabo son grises. 

Todo depende del cristal con el que se mire y de la persona que lo mire.


Según avanzo, mientras pienso todo esto, empiezo a escuchar una voz que me dice que el final está cerca, me entran ganas de reírme. El final es este, mi hora llego.

La oscuridad empieza a aclarar y mis ojos creen ver una luz al final de ese “interminable” túnel. Me pregunto si será la famosa luz al final del túnel  de la que todos hablan. No es para tanto, es una simple luz.

Sigo avanzando y dejo de ver, la claridad lo ha invadido todo. Estoy acabada pienso, aquí todo es blanco, no hay cabida para mí y mi gris. Ese gris que forma parte de mi vida.

Escucho otra vez esa vocecita, no es mi conciencia como había pensado en un principio. Me dice que tiene que revisar mi historial y yo hago un mohín. Decido asumir que no tengo sitio allí, es todo tan blanco, parece tan perfecto…
Entonces me hace una única pregunta: “¿te arrepientes de alguna cosa de todas las que has hecho a lo largo de tu vida?”

Yo sin pensar demasiado la respuesta le contesto que no.

Volví a contestar que no porque mi conciencia, a la cual considero racional y coherente me ha dictado lo que debía hacer en cada momento. Con esto no quiero decir que no me haya equivocado, no soy perfecta, nadie lo es. Pero nuestra vida y nosotros mismos somos el reflejo de nuestras decisiones, de nuestras acciones y sus repercusiones. Arrepentirse de las cosas no me solucionará nada.

 En ese momento creí  mis decisiones correctas, porque eso era lo que sentía. Si me equivoque asumí las consecuencias y aprendí a vivir con ellas. Esas son las que me hicieron mejorar como persona. No me arrepiento de mis decisiones porque siempre me he mostrado como soy; si me arrepiento seria por no querer a mi persona, si me arrepiento seria porque mentí sobre mis sentimientos y no es cierto, si me arrepiento será porque no me gusto y no es así puesto que me adoro.

Ahora puedes decirme que al no arrepentirme de nada no podré ir al cielo, pero no hay problema, no veo las cosas solo desde una perspectiva, no veo las cosas únicamente blancas, siempre intenté mirar desde diferentes ángulos. A veces lo que parece correcto desde un lado es lo incorrecto desde otro. Por eso el gris ha sido mi amigo tanto tiempo, a veces son necesarias las medias tintas.

Y una última cosa quizás haya dañado a otras personas pero a mí también me han dañado, es ley de vida, el sufrimiento y el dolor nos mantienen con vida, por eso no me arrepiento de nada. 

Probablemente todas las personas seamos malvados, pequeños demonios enterrados en nuestras almas a los que algunos desenterramos más que otros.

Si por no arrepentirme, me tengo que deslizar por la trampilla para ir a ese lugar que es para las personas “malas” o para los que no se arrepienten de nada, ese lugar al que le corresponde el color negro, no me importara porque sigo diciendo que nada es del todo blanco o del todo negro.

Mi hora llegó y sé que aquí no hay medias tintas, pero no me asusta, yo sé lo que soy el resto no lo sabe.

Y esta es la verdad, mi verdad.

Esta soy yo, la que hoy día no se arrepiente de nada.



Beatriz Sánchez.

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