¿Felicidad?
Mientras
estaba sentada a la sombra del muro que me separaba de mi mundo de felicidad,
se me ocurrió esta pregunta:
¿Se
puede acabar la felicidad de un ser humano?
Me di
cuenta de que nunca lo había pensado porque estaba muy ocupada creyendo vivir
en un mundo lleno de felicidad inacabable, creyendo tenerlo todo, creyendo que
no existía el dolor, la tristeza, el odio…
Entonces
recapacité, no podía creer que ese muro gigantesco me separaba de mi felicidad,
no sabía qué hacer y no hice nada.
Me quedé allí sentada durante mucho tiempo.
Durante
todo ese tiempo recordé a mis amigos, a mi familia y a los niños que jugaban
cada tarde en mi parque preferido mientras pasaba las horas muertas leyendo,
entonces recordé aquellos momentos, para mi perfectos, que me pasaba sentada
bajo a mi árbol llorón proferido con uno de mis muchos libros, soñando, creando mundos en
mi imaginación, mundos que jamás le contaba a nadie. Fue entonces cuando me vi
sin todo aquello y comencé a llorar.
Un
tiempo después el muro empezó a deteriorarse y acabó por caerse.
Por fin
me levanté y corrí. Necesitaba volver a ser feliz, necesitaba encontrarme con
mi felicidad, esa que yo añoraba tanto. Pero cuando llegué allí, a aquellos lugares felices, ya no había
nada igual, todo había cambiado.
Busque desesperadamente por todas partes.
Encontré a mis amigos y les pregunté qué
había ocurrido.
Me miraron perplejos mientras me decían “Es increíble que no lo
sepas. Tú misma has acabado con tu felicidad y con todo al marcharte, al no
enfrentarte a aquello que temías. ¿Estarás contenta con lo que has conseguido?”
y se marcharon sin decirme adiós.
Esto me dio a entender que la culpable de
aquel desastre, de que todo fuera diferente era yo misma.
Seguí
andando, intentando reconocer aquellos extraños lugares que una vez fueron mi
hogar. Todo había cambiado y las palabras de mis amigos no dejaban de
atormentarme, resonaban en mi cabeza como si esta estuviera hueca. De repente
me paré, reconocí un lugar: era mi parque preferido.
Entonces, los niños que estaban allí, jugando
como cada tarde, se acercaron corriendo y me preguntaron “¿Por qué te fuiste?
Ahora todo es diferente ¿Por qué no les plantaste cara a tus problemas? ”
Seguí
allí en pie e inmutable y a lo lejos vi
mi árbol llorón, donde me pasaba las horas muertas leyendo, pero estaba deteriorado y solo, muy solo al igual que yo.
Ya no podía hacer nada, hui de la adversidad, me marche, lo
deje todo y no me enfrenté a mis problemas.
Fui yo misma la que acabé con mi
felicidad.
Beatriz Sánchez
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