Un millón de cicatrices

 

Tenemos cicatrices en los lugares más insospechados de nuestra alma, como si fueran mapas secretos de nuestra historia personal, vestigios de viejas heridas.

Algunas heridas se cierran dejándonos sólo una cicatriz, pero otras no.

Algunas cicatrices las llevamos a todas partes y aunque la herida cierre el dolor persiste.

El dolor solo hay que aguantarlo, sufrirlo en silencio, esperar a que se vaya por si solo y a que la herida que lo ha causado cicatrice.

¿Cuáles son peores, las nuevas heridas terriblemente dolorosas o las viejas que debieron cerrarse hace años pero no lo hicieron?

Quizás las viejas heridas nos enseñan algo, nos recuerdan dónde hemos estado y lo que hemos superado, nos enseñan que debemos evitar en  el  futuro o eso creemos.

Aunque en realidad no es así, hay cosas que debemos aprender una y otra vez. Y ese aprendizaje no está exento de dolor. Y no odies el hecho de tener cicatrices. Forman tu pasado, forman parte de ti.

No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme.

La mayoría de las veces el dolor puede aliviarse, te da un golpe bajo y no te deja levantarte. Hay que aprender a aceptar el dolor, porque lo cierto es que nunca te abandona y la vida siempre lo acrecienta.

La vida también aumenta esos mapas secretos de nuestra historia personal, con cada golpe que recibes de las manos del dolor. Por mucho que hayas sufrido siempre habrá alguien que sufra más que tú y no te queda otra que bailar al ritmo de la vida


Beatriz Sánchez

Comentarios

  1. Preciosa forma de describir como nos dejan los recuerdos, los daños colaterales en la vida. Esas cicatricen que a veces tardan en cerrarse y en algunos momentos se abren. Pero te doy la razón en tu última frase, en la que dices que siempre habrá alguien que sufra más que nosotros.
    Un saludo!

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