Mi gran año




Parece mentira que hace un año estuviera llena de miedos e inseguridades y ahora nada de eso exista ya.

Fue justo hace un año cuando pise por primera vez el suelo de aquella ciudad. Sentí como me temblaban las piernas. Conocía esa sensación, era la misma que tenía al bajar de mi atracción favorita, pero esta vez no era adrenalina lo que corría por mis venas, el miedo volvía a apoderarse de mí. Tenía un nuevo desafío.

Entonces no supe que sería mi nuevo hogar, o quizás si lo supe pero el miedo lo eclipso.

Era como si estuviera sola una vez más en la inmensidad, me paralizaba poco a poco. Sabía que mi mundo había dado un giro, el miedo lo eclipsaba todo.

Podía hacer dos cosas. La primera era pelear para conseguir lo que vine a buscar y la segunda era dejarme arrastrar, dejar que me llevara la corriente.  


  Hoy me gusta pensar que elegí la correcta.


Lo cierto es que aquella ciudad me cambio. Me enseñó a sobrevivir sola, a hacerme valer y a luchar incluso desde el suelo.  En realidad, sacó lo mejor de mí.


  Quizás fue el cambio que necesite, el cambio que me hizo respirar de nuevo.


Hace un año mi vida cambió, pero ahora mis miedos no salen cada día en mi busca, ahora no estoy sola ante la inmensidad, ahora tengo un segundo hogar, una segunda familia y ahora le doy gracias a esa ciudad por haber puesto mi vida patas arriba y por obligarme a enfrentar ese nuevo desafío.

Hoy por esto sé que puedo con más desafíos de los que creo.



Beatriz Sánchez

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